“Si se enojan, no pequen; en la quietud del descanso
nocturno examínense el corazón. Ofrezcan sacrificios de justicia y confíen en
el Señor”. Salmo 4:4, 5 NVI
Nuestra confianza en Dios no puede estar basada en la
conveniencia para nosotros de que Dios nos va a solucionar el problema por el
que estamos pasando.
Es cierto que acudimos a Dios porque nadie más nos
puede resolver nuestros asuntos.
Pero si lo hacemos como último recurso, es como
decirle a Dios…
- Hasta ahora no he creído en ti pero voy a darte una
oportunidad porque no tengo más remedio.
Esto no es fe.
Es muy posible que aun así Dios te responda y te dé
una solución aunque pienso que muy pronto te verás en una situación muy
parecida porque tu fe aún no ha sido desarrollada.
Quizás por esto es que nos pasan las cosas que nos
pasan con tanta frecuencia.
Por el contrario, cuando acudimos a Dios con la plena
confianza de que la vida que estamos viviendo es lo que Dios espera de nosotros
y que nuestra conducta es la que a él le agrada, entonces nuestra fe estará
mejor cimentada y nos sentiremos más cercanos a Dios y más seguros de que él
nos va a responder de acuerdo a su perfecto plan para con nosotros.
En pocas palabras, no se puede estar sembrando cizaña
y esperar que se vaya a cosechar trigo.
Vivamos, pues, de acuerdo a los mandatos de Dios y no
nos desviemos del camino que él nos ha trazado.
Nuestra vida será más fácil y gozaremos de la paz y el
gozo que está reservado para quienes verdaderamente confiamos en él.
Amén.