Este
argumento esgrimido por el salmista rey David para obtener el favor de Dios en
medio de la adversidad nos sirve para considerar el privilegio que tenemos de
estar vivos y gozar de las bendiciones que Dios ha preparado para nosotros
desde antes de la creación del universo.
A
nuestro Padre celestial debemos ofrendarle sacrificios de alabanza.
Pero…
¿En
qué se nos va el tiempo?
¿En
alabanza o en quejarnos de todo y por todo?
Todos
sabemos que nuestro tránsito por este
mundo es breve y muy limitado.
¿Por
qué entonces desperdiciar el tiempo quejándonos por las circunstancias que Dios
ha permitido que nos rodeen con el propósito de enseñarnos y disciplinarnos?
En todo
y por todo debemos ser agradecidos a Dios.
Ese
agradecimiento es una actitud y se refleja en las palabras que salen de
nuestros labios.
¿Cómo
está distribuido tu vocabulario?
¿Reflejan
nuestras palabras agradecimiento y bendiciones o queja, amargura y maldición?
Una
ventaja adicional que nos concede la alabanza es que mientras ocupemos nuestro
tiempo agradeciendo a Dios por todo lo que nos ha provisto, sean talentos,
bienes u oportunidades de servicio, muy poco tiempo nos quedará para protestar
y murmurar por nuestras circunstancias.
¿Cuán
cerca o lejos crees que está el fin de tu vida terrenal?
Imposible
saberlo pues ese conocimiento está reservado exclusivamente para Dios.
No
obstante, disfrutemos ahora de lo que Dios nos ha dado pues cuando bajemos al
sepulcro a descansar no tendremos oportunidad de gozar de las bendiciones de
Dios sino hasta que suene la trompeta y nuestros cuerpos se levanten de la
tumba para reunirse con el Señor Jesús en el aire y vivir con él para siempre.
Amén.