“Mi
escudo está en Dios, que salva a los de corazón recto. Dios es un juez justo,
un Dios que en todo tiempo manifiesta su enojo. Si el malvado no se arrepiente,
Dios afilará la espada y tensará el arco; ya ha preparado sus mortíferas armas;
ya tiene listas sus llameantes saetas”. Salmo 7:10-13 NVI
Cuando
somos objeto de ataque lo menos que esperamos es que se haga justicia.
Esperamos
que el inocente sea protegido y los culpables sean condenados.
Esperamos
que el juez aplique la justicia correctamente y al final se imponga el estado
de derecho.
En
nuestro caso podemos estar seguros de que Dios aplicará su justicia perfecta,
de que nosotros seremos restablecidos y de que quienes nos atacan injustamente
serán castigados.
El
anhelo de justicia que existe en lo más profundo de todos los seres humanos
sólo es posible satisfacerlo cuando Dios es el juez.
Ningún
sistema judicial humano podrá darnos satisfacción plena cuando tratamos con la
justicia.
En
Dios tenemos perfecta confianza de que todo se hará de la manera correcta.
Confía
en Dios.
Amén.