“Miren
al preñado de maldad: Concibió iniquidad y parirá mentira. Cavó una fosa y la
ahondó, y en esa misma fosa caerá. Su iniquidad se volverá contra él; su
violencia recaerá sobre su cabeza”. Salmo 7:14-16 NVI
Cuando
estemos enfrentando los ataques del enemigo, haremos bien en recordar que todas
las armas y estrategias que éste pone en práctica en contra de nosotros al
final se le devolverán y terminarán siendo la causa de su propia desdicha.
Una
persona que sólo vive pensando cómo hacerle el mal a su prójimo no puede
terminar de otra manera que no sea recibiendo una dosis de su propia medicina.
En
todo caso, nuestros enemigos son dignos de lástima y compasión puesto que
nosotros conocemos cuál será su destino si ellos no buscan a Dios y aceptan a
Jesucristo como Señor y Salvador de sus vidas.
No
te enojes, ni desesperes cuando te encuentres en medio de la persecución.
Mira
con esperanza nuestro futuro glorioso en la presencia de Dios y las
dificultades temporales dejarán de ser tan grandes como se querían hacer ver.
Recuerda
que la prueba de nuestra fe produce constancia.
Y
la constancia debe llevar a feliz término la obra, para que seamos perfectos e
íntegros, sin que nos falte nada tal como nos lo expuso el pragmático apóstol Santiago.
Amén.