“Oh
Señor, soberano nuestro, ¡qué imponente es tu nombre en toda la tierra! ¡Has
puesto tu gloria sobre los cielos!”. Salmo 8:1 NVI
La
gloria de Dios al igual que su persona no pueden ser apreciadas directamente
por nuestros sentidos por cuanto éstos están diseñados para captar los
fenómenos del mundo material y por lo tanto no tienen manera de percibir las
cosas que ocurren en el mundo espiritual.
Apenas
si podemos vislumbrar la gloria de Dios por dos vías distintas.
La
primera es mediante el análisis de la creación y la segunda mediante la
observación de las manifestaciones milagrosas que Dios utiliza para cumplir sus
perfectos planes.
La
creación da testimonio de que alguien muy pero muy superior a ella misma fue
quien la diseñó y la creó.
Los
científicos viven encontrando cosas nuevas todos los días que antes ni se
imaginaban podían existir, aunque muchos de ellos se niegan a reconocer al
creador.
Las
obras milagrosas de Dios se dan en medio de nosotros como resultado de la
oración y de la intercesión sincera cuando acudimos a Dios para que resuelva
nuestras situaciones o las de otros a nuestro alrededor.
Muchos
de nosotros podemos dar testimonios de milagros que Dios ha hecho en nuestras
vidas o en las vidas de seres muy cercanos a nosotros.
Así
que conocemos la gloria de Dios y podemos alabarlo porque él se ha manifestado
de una manera muy especial con nosotros.
Nunca
olvides que has visto la gloria de Dios, aunque sea de lejos.
Amén.